Algo podemos hacer para mejorar nuestra salud mental

Algo podemos hacer para mejorar nuestra salud mental
  • La periodista especializada en salud y responsable de comunicación del proyecto EMPOWER, María Miret García, analiza en esta columna de opinión las acciones que podemos hacer en lo cotidiano con pequeños gestos que nos hagan pasar de “sentirse mal” a “estar bien”.
  • Cada año se pierden unos 12.000 millones de días de trabajo debido a problemas mentales según datos de la plataforma EMPOWER, un proyecto europeo de salud mental en los lugares de trabajo.

Santiago de Chile, abril de 2023

El impacto de la pandemia en la crisis de salud mental fue mínimo. Lo dice una revisión de artículos llevada a cabo por el British Medical Journal, según la cual el estado de salud mental de la sociedad en general apenas se ha deteriorado. Sin embargo, la percepción general es que “estamos peor” que antes de la pandemia. Tras revisar cientos de estudios, la investigación del BMJ asegura que los cambios no son significativos, aunque sí ha empeorado algo la salud mental de las mujeres. “Las mujeres tienen más probabilidades de experimentar pobreza, violencia sexual o doméstica”, escribe la Dra. Sanah Ahsan, psicóloga clínica, en el diario británico The Guardian. Otros trabajos dicen que nosotras hemos sentido más el impacto de la COVID debido a nuestro doble papel de trabajadoras y cuidadoras al cargo de las tareas del hogar. También se observa un empeoramiento del estado en algunos grupos en particular, como jóvenes y personas más desfavorecidas. Otros colectivos, como los periodistas que cubrieron la pandemia, han padecido unos niveles de ansiedad o depresión similares a los de los equipos de emergencia que han trabajado en primera línea, según otro estudio del BMJ. Para casi el 70%, el impacto emocional y psicológico ha sido la parte más difícil de su cobertura. 

¿Qué está pasando entonces?

Por un lado, el coronavirus ha cambiado nuestras vidas, para bien y para mal. “No entiendo cómo podía ir a la oficina de lunes a viernes”, me decía hace poco una conocida, un comentario que escucho a menudo desde que el teletrabajo vino para quedarse. Para quienes tenemos la suerte de no haber perdido a ningún ser querido ni haber padecido serios problemas de salud por la COVID19, algunos cambios han sido positivos. Hacer la compra entre semana cuando apenas hay personas en el mercado, poder comprar productos frescos en lugar de tener que ir al supermercado a última hora del día y hacer cola para pagar, es más saludable para nuestros cuerpos y nuestras mentes, pero también para el planeta. Trabajar desde casa dos o tres días por semana no sólo es un descanso mental y físico para muchas personas, sino que además permite conciliar mejor la vida personal con la laboral y reduce la movilidad, que supone un verdadero problema en muchas ciudades del mundo. Por eso, es posible que esa mejoría en algunas de nuestras condiciones de vida nos deje ahora una sensación de estar peor que antes. 

Pero más allá de esas sensaciones hay otras realidades, como la precarización laboral, el encarecimiento del precio de la vivienda en muchas ciudades o el exceso de carga de trabajo. A la pandemia se han sumado una guerra en Europa y la crisis económica. El uso y abuso de la conexión digital debido a los confinamientos y la implantación del teletrabajo también tiene un efecto en nuestra salud mental. Cada año se pierden unos 12.000 millones de días de trabajo debido a problemas mentales según datos de la plataforma EMPOWER, un proyecto europeo de salud mental en los lugares de trabajo. Como sociedad tenemos la responsabilidad de resolver los problemas estructurales y exigir a las personas responsables que se hagan cargo. De no hacerlo, los problemas de salud mental costarán a la economía global unos 16 billones de dólares en 2030. 

Los expertos hablan ya de (tecno) estrés para referirse al impacto psicológico de las tecnologías de la información y la comunicación en nuestras vidas, en términos de aumento de la productividad o la satisfacción laboral, por ejemplo, tanto positivo (la autonomía o la flexibilidad que proporciona el teletrabajo) como negativo, asociado a problemas de ansiedad o fatiga. No obstante, la tecnología es una de las principales fuentes de estrés, como aseguran los investigadores del proyecto EMPOWER en su blog EMPOWERed While Working. «La tecnología utiliza el ciclo de la dopamina para generar ese estado de necesidad, de búsqueda de satisfacción no cumplida, que es ese chute que te obliga a seguir buscando el siguiente; precisamente, para salir de ese aburrimiento, pero es una salida que nunca llega», explica Paloma Llaneza, autora de Datanomics, en Ethic. Ese “tecnoestrés” nos agota. Por eso es importante seguir algunas pautas de bienestar digital, como desconectar a la hora de descansar y no responder mensajes más allá de un momento razonable del día. Si no ponemos conciencia en esos hábitos diarios, la hiperconexión nos puede llevar a una continua sensación de estrés. 

Tal vez lo que esa sensación de malestar nos está diciendo es que necesitamos revisar nuestro día a día, volver a bajar el ritmo y hacer pequeños cambios que nos permitan vivir mejor. Por el momento, eso es lo que está en nuestras manos. Por eso mi invitación es a hacerse cargo en el día a día de esos pequeños gestos que cambian nuestra percepción de “sentirse mal” a “estar bien”. 

María Miret García 

Periodista especializada en salud y responsable de comunicación del proyecto EMPOWER

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